El anillo de oro con el recipiente en el que se encontró al fondo y reconstrucción del edificio incendiado.

El anillo de oro con el recipiente en el que se encontró al fondo y reconstrucción del edificio incendiado. Marco Ansaloni / Francesc Riart

Historia

El misterioso incendio que arrasó un poblado íbero del Pirineo catalán: ¿obra de las tropas de Aníbal?

El estudio de los restos de uno de los edificios de Tossal de Baltarga destruidos por las llamas a finales del siglo II a.C. revela aspectos de la vida en las montañas de los ceretanos.

17 mayo, 2024 08:21

El asentamiento de Tossal de Baltarga, refugio de una comunidad del pueblo íbero de los ceretanos, no tenía muros defensivos. Sus habitantes vivían en relativa calma, protegidos por el control que se ejercía sobre la región de la Cerdanya, en la zona oriental de los Pirineos, desde el más imponente oppidum de Castellot de Bolvir. Pero el conflicto que enfrentaba a finales del siglo III a.C. a las dos grandes potencias del Mediterráneo, Roma y Cartago, llegó hasta sus puertas. Quizá las tropas del general Aníbal, en su marcha hacia el norte con sus famosos elefantes, hacia la conquista de la Urbs, encontraron un foco de resistencia en el sitio y lo redujeron a cenizas.

Los arqueólogos de la Universidad Autónoma de Barcelona que investigan desde hace una década el yacimiento, situado en una zona estratégica para el control de las comunicaciones, no han encontrado ninguna evidencia que confirme de forma categórica que el brillante estratega cartaginés estuvo en Tossal de Baltarga, pero sí han descubierto que el poblado fue destruido de forma violenta en el contexto de la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.). Las llamas del incendio provocado fueron tan intensas y se propagaron tan rápido que los ceretanos no tuvieron tiempo de salvar ni a sus animales ni sus pertenencias más valiosas.

En el llamado Edificio G, que tenía dos plantas, el fuego consumió el tejado y las vigas de madera y provocó el derrumbe del suelo superior, creando una suerte de imagen congelada en el tiempo. 2.200 años más tarde, los investigadores han podido excavar la escena y obtener valiosa información sobre cómo era la vida en este yacimiento de la Edad del Hierro ubicado en el moderno municipio de Bellver de Cerdanya, en Lleida. Los resultados se han publicado este viernes en un artículo de la revista Frontiers in Environmental Archaeology.

Una de las estructuras de Tossal de Baltarga.

Una de las estructuras de Tossal de Baltarga. UAB

"La destrucción se ha datado hacia finales del siglo III a.C., el momento en el que los Pirineos se vieron envueltos en la Segunda Guerra Púnica y en el paso de las tropas de Aníbal", explica Oriol Olesti Vila, arqueólogo de la UAB y autor principal del estudio. "Es posible que la violenta destrucción del sitio esté relacionada con esta contienda. Los puntos de fuego señalan una destrucción antrópica, intencional y muy efectiva, no solo del Edificio G, sino que todas las estructuras fueron arrasadas. En el Edificio D encontramos un perro completo quemado", añade sobre otra estructura de dos pisos adaptada a la morfología del terreno y que pudo cumplir la función de vivienda, de almacén e incluso de puesto de vigilancia.

Los trabajos arqueológicos en el Edificio G han sacado a la luz un pico de hierro y un pendiente de oro escondido en una pequeña olla. La planta superior estuvo dividida en espacios para la cocina y la producción textil. Se han encontrado numerosos tornos de huso y pesas de telar que se habrían utilizado para hilar y tejer la lana de las ovejas y cabras que vivían en el piso inferior. También han aparecido granos de avena y cebada y recipientes cuyo análisis ha mostrado que se utilizaron para consumir leche y guisos de cerdo. 

[La gran ciudad perdida de Cartago en Hispania está en Alicante: los hallazgos que lo demuestran]

Establo mortal

Aunque no se han encontrado restos humanos, las excavaciones han documentado los cadáveres de seis animales devorados por las llamas: cuatro ovejas, una cabra y un caballo —tal vez la montura de uno de los dueños del edificio— que estaban encerrados en sus cercados de madera con su comida. La trampa era doble porque también había una puerta en la entrada cuyos restos han aparecido carbonizados. Los análisis de isótopos reflejan que algunas ovejas habían pastado en tierras más bajas, desvelando quizá intercambios con otras comunidades.

"Estas comunidades de montaña no estaban aisladas en las alturas, sino que estaban conectadas con las zonas vecinas, intercambiando productos y, probablemente, conocimientos culturales", explica Oriol Olesti Vila. "La compleja economía muestra una sociedad de la Edad del Hierro adaptada a su medioambiente y aprovechando los recursos de las tierras altas. Pero también revela contactos con otras comunidades".

Imagen del llamado edificio D de Baltarga durante su excavación.

Imagen del llamado edificio D de Baltarga durante su excavación. Cedida por el equipo de la UAB

Los investigadores creen que encontrar a todos los animales encerrados en un mismo ambiente puede ser reflejo del temor de sus propietarios ante un inminente conflicto. "Nuestra reconstrucción implica una destrucción repentina sin tiempo para abrir la puerta del establo y salvar a los animales", detalla el profesor. "Esto podría ser un inesperado fuego local, pero la presencia de un anillo de oro escondido indica que los nativos se anticiparon a algún tipo de amenaza, probablemente la llegada de un enemigo. Mantener a un número tan elevado de animales en un recinto tan pequeño sugiere la previsión de un peligro".

Los arqueólogos no saben qué pasó con la gente que vivía en Tossal de Baltarga después del violento episodio. En algún momento de la segunda mitad del siglo II a.C., ya en época romana republicana, el asentamiento fue fortificado y reconstruido en gran parte. Se han identificado siete construcciones, desde edificios domésticos y de producción hasta una torre de vigilancia, una turris, lo que les lleva a concluir que el sitio mantuvo en esta etapa su función primaria de control del territorio y de la relevante vía transpirenaica. 

La guarnición o praesidium ahí establecida sería especialmente importante durante periodos de conflicto en los Pirineos orientales, como la conquista del sureste de la Galia, la guerra de Sertorio o la guerra civil entre Julio César y Pompeyo. A mediados del siglo I a.C., Tossal de Baltarga se abandonó de forma precipitada, y en esa huida un general romano, quizás un tribuno, perdió un anillo, un signaculum, con una piedra semipreciosa intacta que describe una escena del ciclo troyano: Aquiles protegiendo a la reina amazona Pentesilea. A quién pudo pertenece la joya es otro de los grandes enigmas arqueológicos que esconde el fascinante yacimiento.